EXPOSICIÓN "VERTIENTES SACRAS" , GALERÍA DÍAZ MANCINI


Láminas de acero poetizadas a través del anhelo creativo de Ingrid Lozano, trastocan la naturaleza del material. La geometría sacra que da nacimiento a cada obra expresa multiplicidad de visiones. Así, cada ángulo de la escultura posee una lectura propia, pues la artista crea obras donde la parte se convierte en totalidad y la totalidad en parte. Por la forma de interactuar y dialogar con el vacío, cada pieza se integra al conjunto, pues cada una está formada por una unidad fragmentada que facilita esta lectura, transmitiendo un clima laberíntico a la exposición.


La tensión entre la solidez de la materialidad y la inmaterialidad de la eternidad y el espíritu, se presenta en cada de las esculturas a través de la linea del vacío y el carácter modular.  Cada pieza  se atomiza y fragmenta debido a la estructura modular que les da origen. Así, se burla la rudeza y solidez del acero, debido al clima sacro lúdico que poseen.


La  geometría sacra creada por la artista, absorbe el espacio que rodea la obra, convirtiéndose en puente entre el espacio profano y sagrado. Aberturas, ventanas y los círculos que traspasan a las piezas, convierten la escultura en un umbral a otra dimensión, creando una concepción del tiempo laberíntico y una ruptura entre el espacio interior y el exterior, recordándonos que la  verdad está  más allá de la apariencia. 


La pieza Pisac es una evidencia de ello. En ella cada plano muestra una lectura diferente debido a su estructura. Así, genera una tensión entre la racionalidad de la linea, que dialoga con las lineas de vacío y el choque con los círculos fragmentados , rompiendo el aislamiento de la pieza y transformando el espacio interior en un laberinto. Así, la pieza asume una connotación iniciática.



Las estructuras modulares van creando su propia verdad, pues cada una de ellas es su propio centro. Establece una independencia formal con la realidad, pues no hay un mimetismo con ella sino rupturas que provocan un clima de choque entre la realidad y la escultura, lo cual es reforzado por la verticalidad y hieratismo de cada pieza, que se hace eco de los templos incaicos. La artista descontextualiza elementos  en esta estética sacra, como la repetabilidad geométrica, la solidez, el uso del vacío, la modulación, que contemporizan nuestra raíces. Cada pieza crea una atmósfera de silencio y nostalgia, nos enfrenta a una dimensión perdida y nos reta a reencontrarla.


El reto de poetizar el acero es asumido dentro de un concepto de belleza casi minimalista,  pues la artista indaga en la esencia de las formas, creando así una sintaxis estética propia. El constructivismo es transgredido a través de la pátina lograda, eternizando la huella del gesto y la acción azarosa. La mordedura del ácido hace brotar la naturaleza del acero, que transmite a su vez un clima  de antigüedad que  refuerza la atmósfera, necesaria para crear un clima sagrado.


Eduardo Planchart Licea



     

      




Arca de Piedra, 1993

61 x 72 x 39 cm

Acero soldado











                                                 Testigo, 1993 

                                              120 x 29 x 15 cm

                                              Acero soldado





 

 Arco níveo, 1993
60 x 37 x 15 cm
Acero soldado 
                                                                      

                                                        



















Cúpula del silencio, 1993

120 x 28 x 14 cm

Acero soldado








Portales, 1993

61 x 64 x 42 cm

Acero soldado











Arcano, 1993

60 x 75 x 44 cm

Acero soldado





Presencia ancestral, 1993

167 x 120 x 103 cm

Acero soldado

 

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

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