EL HIERRO Y LA LEVEDAD DEL HILO






Desde la constitución inicial del imaginario americano convivieron dos representaciones de la naturaleza, por una parte, la de aspectos benéficos, ligados a las formas de la fertilidad y las alegorías del paraíso terrenal. Como lugar de la docilidad y placidez, como el descanso sempiterno y perfecto. En el diario del tercer viaje del navegante genovés Cristóbal Colón, está dibujada con refinamiento esa tierra de Gracia. De tal manera que este aspecto de la exuberancia no solo nos acerca a la belleza sino a la condición de lo sublime, la cual dispone a la admiración y al sobresalto.

Por otra parte, también la naturaleza fue vista como el espacio indomable. Desde las crónicas de indias hasta la actualidad ella acosa en su sentido devastador, violento incontrolable. Hoy más que nunca la naturaleza parece agresiva para mucha gente, dada esa forma incontrolable que devasta y se sale de cauce en las últimas catástrofes. Pero realmente no es ella la que actúa con voluntad para dañar; somos nosotros los que hemos causado estos perjuicios. Al final, somos los responsables de los cambios climáticos y de la transformación de los cursos naturales. 

Sin nostalgia y sin intención moralista, presento esta muestra como la propuesta de mis últimos años, como una invitación estética que resume mi percepción del espacio que habito y donde muestro, además, mi inquietud espiritual ante el entorno.

El reto es presentar la naturaleza, su portento y temor, mediante la contención de los elementos compositivos y los materiales, pues mi muestra reúne fundamentalmente estructuras de hierro y fotografías sobre papel.

Esta propuesta reciente es el resultado de largos años de ejercicio artístico y un epítome coherente de mi trabajo con el hierro signado por el uso mínimo de los materiales y recursos expresivos. De tal manera que mi reto es demostrar cómo la decantación puede expresar la exuberancia de lo natural. En este sentido, incluyo imágenes de hierbas, ramas de la arboleda,  formas sutiles de frutos,  nervaduras de tramas vegetales.

En los años más recientes no solo exploro la escultura, sino que integro otros elementos como una propuesta de  instalación.   Sobre  todo  recurro   a las  fotografías  para  sustentar, complementar  y sugerir otros discursos.

La exposición estará constituida por tres secciones.

La primera es una gran estructura compuesta de piezas de hierro. Estos diversos elementos van fijados a la pared y crean una obra modular y serial, sin embargo se rehúye la simetría clásica para representar un ritmo más cercano a lo orgánico y a lo desmedido. De alguna manera, se intenta expresar el movimiento continuo de las hierbas con el viento.  



Además de las ondulaciones logradas en el material, también se  destacan las texturas y el color del óxido. Es, si se quiere, la sección más agresiva  en cuanto a la disposición hacia el espectador, sus formas, sus texturas y su color. 

El segundo segmento estará conformado por una serie de relieves. Ellos tienen un carácter mucho más leve y menos sólido. Tienen cómo disposición fundamental el tejido y están constituidos con hilos de hierro. Asemejarían frutos, nichos o nidos.






Por último, el tercer componente de la muestra está integrado por fotografías de mediano formato que desde hace varios años vengo incluyendo en mis exposiciones. Esta vez serán imágenes copiadas en papel, intervenidas y montadas sobre metal. 

Las fotografías me ofrecen una oportunidad de crear líneas de fuga y  tramas, además de atmósferas. Mi intención se focalizó en el detalle de las ramas, las nervaduras de los tallos y las hojas.

Desde mis inicios, la escultura de hierro y la tradición abstracta en Venezuela forman parte de mis referentes, sin embargo, también marco distancias con ella, en cuanto a que mis piezas tienen un carácter simbólico sustentado en formas sugerentemente representativas. En otros tiempos, fueron objetos totémicos y arquitectónicos, en los actuales, formas vegetales.  Así  vinculo  mi  obra  con  alegorías relacionadas a una vertiente sacra o a una visión espiritual de la naturaleza.

Contraste y armonía sustentan esta exposición. Hay una oposición entre lo sólido del hierro y la levedad de los hilos de los relieves y las tramas de las fotografías; entre las formas frutales caídas de los bosques, sus estructuras leves y los elementos más pesados o contundentes fijados a la pared. La macicez de los objetos del muro se desplaza hacia la levedad. La misma colocación de estas estructuras en el muro y las formas curvas o zigzagueantes buscan esa horadación. Luego,  la ligereza de las piezas tejidas hace la transición hacia la sutileza de las imágenes. 

Las tramas se convierten también en un motivo. Se presentan a manera de hilo en las fotos y como hilos reales en las piezas tridimensionales. Hay distancias de las tramas y sus movimientos en la fotografía y el movimiento ondulante en el cuerpo de los objetos.

La realización de las piezas, además, implica dos técnicas, una sustentada en el trabajo fabril del esmeril, la soldadura y el corte, y el otro de las estructuras tejidas,  cercano a la elaboración artesanal de lo femenino, decantado en lo ancestral del tejido.

Otro contraste importante es el del colorido múltiple en la naturaleza y la manera cómo se muestra compendiado en esta exposición con las diferentes tonalidades tierra, ocre y óxido del hierro, con los matices de blancos, grises y negros, en el caso de las fotografías.

El reto es concentrar la naturaleza. Así que las líneas de sus formas naturales se entretejen para ofrecer en la estructura del hierro las formas siempre móviles de lo natural cambiante y a la vez permanente. 














































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