URBES DE ACERO

Conjunto esencial, 2004. Acero soldado. 300 x 150 x 150 cm
 

       Desde sus inicios, mi trabajo escultórico  se ha desarrollado tomando como referencia el espacio arquitectónico. Como en una gran metrópolis, recios volúmenes llevan la vista hacia lo alto, imponentes muros obligan el desplazamiento y confirman la corporeidad y contundencia del acero como material expresivo. Aberturas y portales revelan otros ámbitos y buscan despertar la curiosidad del espectador acucioso. Algunas piezas se presentan fragmentadas, compuestas por elementos que se integran y se subordinan unos a otros, permitiendo que cuerpos, espacios, grandes planos y vacíos retocen en un juego donde la austeridad de elementos expresivos es una constante.

      Esta economía de medios aunada a la presencia de grandes formatos le otorgan a la obra una fuerte carga simbólica. La severidad y el ascetismo formal que se despliegan, se ven suavizados por la utilización del acero como pretexto para desarrollar una propuesta estética, donde las texturas y color del material asumen un protagonismo casi pictórico. Marcas de esmeril, tramas y bultos de soldadura, oxidaciones, van hilando un tejido que a manera de piel le otorga una calidez inusual al material.

      Ese gusto por los relieves y texturas, articulan la obra escultórica con las imágenes fotográficas que durante los últimos años he incorporado a mi trabajo. Imágenes de piel, cuerpos fragmentados, estructuras orgánicas que muestran relieves, valles, prominencias y declives, estructuran un discurso donde se dilata una visión de intimidad. Intimidad de la propia piel y de la de otros, que cercanos o no, forman parte de ese universo particular que constituye el ámbito de lo cotidiano. 
 
     La puesta en escena es similar: fragmentación, monumentalidad, acero como protagonista y frugalidad en la utilización de elementos expresivos, sin embargo, las imágenes no se presentan de manera habitual, el soporte no es convencional. Con frecuencia nos encontramos con chapa de cobre o acero inoxidable sirviendo de asiento a visiones confusas y fraccionadas de una realidad en sepia o azul oscuro, donde el ojo diligente puede encontrar remembranzas de otra piel, la que recubre los volúmenes escultóricos. 

     En otras obras la imagen es más evidente, pero ahora se esconde detrás de una puerta que es necesario manipular o solo se puede mirar a través de una pequeña abertura. La presencia de estos espacios vacíos, que invitan a observar, es una constante. Despiertan la curiosidad del espectador y afirman su voyerismo. Obligan a interactuar con la obra y generan espacios que motivan la contemplación. La sensación de recorrer y penetrar, de poseer y ser poseído por el volumen y las formas se experimenta intensamente, brindando una propuesta que intenta transmitir un  arcaico contenido poético.
 
Caracas, 2005.



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