EXPOSICIÓN "LA CIUDAD DOLIENTE"

A lo largo del siglo XX la concepción del arte como disciplina ha dado un giro radical. De mero objeto dedicado a la contemplación estética, la exhibición y el mercado, ha pasado a ser una práctica social. Desde los años sesenta los límites entre arte y vida se han vuelto difusos. Las fronteras entre las disciplinas artísticas y las ciencias sociales se han solapado y fundido, además, la expresión de la ciudadanía ha surgido a través de nuevos discursos y la reinterpretación de prácticas políticas, económicas, religiosas y sociales.

Dentro de esta dinámica, el tema de la ciudad ha sido estudiado amplia y exhaustivamente, entre otras razones, porque es una expresión material que manifiesta las características de sus habitantes, refleja sentimientos y comportamientos, también, es un testimonio de la historia. Como tal, es resultado y a la vez soporte de sus manifestaciones culturales. Las ciudades evolucionan como un organismo vivo que produce arte al ritmo de sus impulsos psicosociales y al mismo tiempo, es una obra de arte colectiva, construida por todos sus habitantes. Por esto se encuentra sometida a la mirada estética. 


     
La urbe adquiere un carácter simbólico y significativo al representar las frustraciones, ideales, anhelos, logros y problemas cotidianos de sus pobladores. Nos relacionamos con ella a través del filtro de nuestras experiencias sensibles, cargando los espacios con significaciones. Esta variada red de relaciones vitales, originan desorden y una realidad cambiante. Aquí el arte teje un vínculo social, inyecta sentido. 

 La concepción de la modernidad como un periodo positivo, objetivo y racional se quiso reflejar en las ciudades a través de su arquitectura. El progreso tecnológico y planes urbanos le otorgarían al individuo una mejor calidad de vida. Sin embargo esto no ocurrió. La realidad ha sido la emergencia de conglomerados con gran densidad de población. Con individuos hacinados en viviendas baratas, anónimas, aislados en medio de abundantes problemas socioeconómicos, en un entorno poco propicio, con deficiente educación y limitado acceso al crecimiento económico. 

El resultado fue el crecimiento de espacios fragmentarios, efervescentes, confusos, cosmopolitas. La ciudad contemporánea está más cercana a una máquina para habitar que al lugar de encuentro, intercambio y convivencia que todos deseamos. Sus habitantes se encuentran inmersos en un ambiente de globalización, multiculturalidad e inmediatez de información. Este ambiente plural, fraccionado e indeterminado de la ciudad posmoderna ha generado prácticas y lenguajes que son reflejo de las contradicciones que la caracterizan.

    

Las obras que conforman la muestra "Cittá Dolente" reúnen y cristalizan estas cualidades de la urbe actual a partir de dos medios de expresión diferentes: la fotografía y la joyería. La aglomeración y serialidad de elementos donde solo se muestran retazos de la realidad, constituyen una constante en el trabajo fotográfico. 

Las vistas parciales geometrizan y a la vez desdibujan las fachadas, transformando nichos, puertas y ventanas en piezas que se encuentran y ensamblan, a manera de un gran puzle que muestra simbólicamente el ambiente deshumanizado, poco propicio y en cierto sentido despiadado de las ciudades contemporáneas,  no obstante hermosas, con muestras relevantes de arquitectura. Las joyas presentan elementos expresivos similares: formas geométricas y repetición.
     
En contraposición con la frialdad de la imagen geométrica, el medio que les sirve de soporte les brinda una calidez inusual. Las fotografías están copiadas sobre láminas de cobre, en algunos casos pulidas. En otros, muestran pátinas y oxidaciones que remiten a tiempos pasados. Las piezas de joyería están realizadas en plata.
     
Por otra parte, el formato de las imágenes contradice la verticalidad de la construcción contemporánea. Se despliegan horizontalmente, cualidad que desdibuja y en cierto sentido diluye la idea de lo arquitectónico, reforzando el sentimiento de confusión, serialidad y fragmentación propias de la urbe actual.
     
La exposición está formada por 12 fotografías de formato mediano, copiadas sobre lámina de cobre adherida a bakelita, que se revelan gracias a procesos de fotograbado. El número de joyas oscila entre diez y quince. Están pensadas como pequeñas esculturas que se pueden llevar sobre el cuerpo y se muestran sobre un soporte que hace las veces de pedestal.

La intención de las imágenes es mostrar aspectos del entorno que pasan desapercibidos en medio de la ciudad alienada y difícil donde la vida transcurre cada vez más rápido, entre atascos, inseguridad y agresión. Imágenes que resaltan las bondades estéticas de estructuras creadas para cumplir una función y que sin duda ya son referencias visuales por la belleza que despliegan ante el espectador.
     
Además, destacan algunos elementos citadinos que brindan esperanza ante la
tendencia cada vez más marcada en nuestra cultura a uniformizar los espacios, lo cual lleva a las ciudades contemporáneas hacia la homogeneización. 

El título de la exposición refleja estos contrastes. La ciudad doliente que Dante presencia a la entrada del infierno se traduce en una urbe como Caracas, intricada e implacable, no obstante hermosa, con las contradicciones propias de las metrópolis actuales.


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