Una obra de arte tiene que contar algo que no aparece en forma visible.
Giorgio de Chirico
Un anillo esencialmente está conformado por un círculo con inscripciones y montura con incrustaciones (perlas y piedras preciosas), morfología que Ingrid Lozano ha transfigurado, respondiendo a su línea de trabajo escultórico. Más allá de un accesorio o prenda para aderezar al cuerpo humano, el anillo- o sortija, del latín sorticula, suerte o destino-, en muchas culturas ha sido portador de varios significados simbólicos. Usar anillo ha resultado ser una costumbre tan milenaria que se remonta a los tiempos del antiguo Egipto, incluso, mucho más allá. Posteriormente lo usaron los griegos, los romanos, varias culturas orientales y, de igual modo, nuestros precolombinos, excelentes orfebres del oro y la plata, por cierto.
En principio, el anillo sólo era privilegio de faraones, sacerdotes, reyes y emperadores, quienes lo portaban como símbolo de estatus social, de poder imperial, político y divino. En algunas etnias del continente americano el anillo ha sido usado por los jefes y chamanes como testimonio de su liderazgo, valentía y sabiduría, además de cumplir una función protectora ante los espíritus malignos o como talismán para obtener ciertos poderes. Entre otras tantas significaciones, además de prenda de ostentación, en la cultura occidental el anillo hoy día conserva de los egipcios el sentido de promesa de amor inextinguible y lealtad; simboliza la unión permanente en matrimonio.
Así como sus anillos, Ingrid Lozano es una mujer tan sutil que contrasta con sus monumentales esculturas de metal oxidado, oficio en el que tiene muchos años forjando su estética del acero, cuya poética visual asociamos con un minimalismo muy personal, que en unos momentos de su trayectoria ha articulado con la imagen fotográfica; es decir, ha integrado ésta a sus estructuras de acero soldado. Es indudable que sus anillos escultóricos, o esculturas mínimas, como se ha distinguido a este cuerpo de trabajo emparentado con la orfebrería- o que más bien rompe con las fronteras entre arte y artesanía-, deviene de sus imponentes esculturas en acero, con relación a la superposición de láminas, entrantes y salientes, hendiduras y geometrización -triángulos, elipses y rectángulos-, que en ocasiones fusiona con lo orgánico.
Ahora bien, al ver las delicadas e inusitadas formas de los anillos de Lozano nos preguntamos si ella realmente los concibió pensado en su funcionalidad, en el cuerpo como soporte o lugar para ser habitado por ellos, cual joyas que engalanan, o si fueron ideados exclusivamente para la contemplación, la reflexión o la interpretación. Como sujeto que piensa por sí mismo, cada quien juzgará según su percepción, aunque al contactar a la artista nos enteramos que, si bien los concibe como objetos independientes, ella también se plantea explorar la interrelación entre el cuerpo femenino y el anillo como entidad artística; es decir, establecer un diálogo entre la corporeidad y el ornamento; pero sea una u otra la intención de Lozano, sus excéntricos anillos, de índole escultórica, no dejan de ser portadores de significados, de sentidos y emociones, como toda creación, que al salir del taller del artista pasa a ser propiedad y dominio del público, quien la contempla, recrea e interpreta de acuerdo a su sensibilidad y cultura, añadiéndole sentidos, trascendiendo así la intención estética de su creador y la funcionalidad del objeto, en este caso, del anillo como accesorio corporal.
Con los anillos de Lozano, particularmente, he experimentado una suerte de conexión entre contemporaneidad y antigüedad; ellos me han resultado un puente para cruzar de la actualidad al pasado; me han inducido a revisar y contemplar los trabajos de alta orfebrería de algunas culturas ancestrales perdidas en el tiempo, especialmente la de los Mayas, los Aztecas, los Chibchas e Incas, que constituyen la base de nuestro ser americano. En otro contexto temporal y espacial, los anillos de Lozano, como sus esculturas de acero, contienen o evocan el alma, la espiritualidad y sacralidad de esas antiguas culturas. Contemplarlos o portarlos, en cierto modo, es estar en conexión con el alma y la simbología de esas culturas.
José Gregorio Noroño
2017
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