EXPOSICIÓN "HÁBITO DE OLVIDO" , GALERÍA DE LA ADUANA, BARRANQUILLA, COLOMBIA



Una casa, morada para los rostros queridos, para el recuerdo. Una casa: lo mismo que una instalación: un número de piezas escultóricas que habitan ese espacio. En ese ámbito, tan íntimo, tan familiar se despliegan las texturas de los cuerpos. La cercanía del enfoque va dibujando una textura de la dermis. Se repiten una y otra vez. Las pieles son, entonces, olas que traen de nuevo a la memoria lo querido, lo recordado, la piel anciana o la más joven. Su tesitura es también una forma evocada, un momento dramatizado y congelado sobre las superficies de hierro. Oxidado metal que de esta manera refiere con más potencia lo remoto del recuerdo. Como si de esta manera el tiempo se hallara haciendo mella, su ejercicio, decantado las piezas de la memoria. Así Ingrid Lozano con esta exposición logra mostrar este ámbito de su memoria individual.

La casa es un cuerpo, un cuerpo también es una casa. En esa metáfora se sustentan estos signos. El cuerpo se recorre y se precisa familiar y cercano. Su piel es la superficie de las paredes de estas piezas, como si un organismo fuera la morada que nos recibe. Paredes y pieles forman la primera tesitura, el primer encuentro; pero en su superficie se dibuja y se insinúan otros espacios, otras oquedades otros entresijos. Porque también se halla algo más que la dermis en un encuentro donde se siente la caricia y el contacto: el cuerpo es como una habitación donde se entra. La casa es refugio, pero también espacio desde donde se despliega la memoria. Ahí se hace fuerte no sólo para reiterar una labor y un oficio, sino para ejercer una de las actividades más fecundas del sujeto, la de imaginar y evocar al otro: tal vez al amante, observado de manera diligente. Cada surco y orificio, cada pliegue y fractura, cada mancha, cada cambio textura enuncian un saber del otro.  Y no es sólo un saber del cuerpo, sino un conocimiento, que sustentado en el disfrute, se dirige al saber de la pluralidad del otro.







Pellis V, 2001     32 x 32 cm     Fotografía sobre  cobre y acero soldado



Hábito y hábitat identificados. La práctica reiterada de la cercanía, el contacto, la observación y luego también  la definición y la intuición del cuerpo familiar. Prácticas que se realizan hacia el otro, con el otro. Habitar no sólo los muros y los corredores, sino convirtiendo al otro en espacio de costumbre y práctica.Cada muro, cada superficie muestra sólo una parte. Nunca logra adivinarse con certidumbre qué parte del cuerpo está representada, ni tampoco que rostro está presente. Lo mismo sucede con la fisonomía de la ciudad que evoca, a la cual ha ofrecido sólo un trozo. Sin embargo, lo fragmentario no convoca el sufrimiento ni la violencia, expresan con claridad   la certidumbre de los mecanismos de la memoria que traslada sólo fragmentos de la realidad ya vivida.

Ingrid Lozano ha unido el plano las imágenes fotograbadas a la dimensión del espacio real, no sólo sugerido, sino también habitado. Columnas, cajas iluminadas, portarretratos, repisas. Hay un afán de construcción en esta muestra. Un indicio que refiere su deseo de ir más allá de la escultura misma. Objetos, que invitan al recorrido, pero también la creación de espacio y de paredes que refieren lo arquitectónica.  El hierro no es sólo el soporte de esas imágenes. Por ello, la escultura se mantiene con fuerza, pero se decanta hasta la expresión más mínima. Líneas de metal que recorren hacia arriba para edificar columnas, cuadrículas de lo mínimo para guardar dentro de sí el fruto de la memoria. 

Ha sintetizado las líneas y los volúmenes del hierro para construir formas simples: rectángulos que son columnas, cuadrados que son repisas. La limpieza de las formas crea la claridad del recorrido. Pero esta sencillez  no es simpleza. Al inicio, la mirada pareciera no deslumbrarse, puesto que la obra está depurado de falsos brillos y de efectismos para encararse  ante el observador de forma concentrada. Sin embargo, ante la mirada detallada, aparece la riqueza de las obras. El hierro no se esconde sino que afirma su materia misma. La oxidación evidencia la materialidad del hierro, haciendo sensible el delicado trabajo que logra crear cadencias entre los tonos ocres. Las láminas del hierro se articulan entre ellas mismas a través de pernos de junturas visibles y notorias. Con esto logra que a inflexibilidad del material rehuya cualquier afán decorativo.


Rafael Rondón Narváez




Vista general exposición "Hábito de Olvido"

Galería de La Aduana, Barranquilla, Colombia.

Hábito de Olvido I,  2000      300 x 80 x 25 cm    Acero soldado y fotografía sobre acero inoxidable








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