RELATOS DE HIERRO - Raúl Chacón Carrasco


Raúl Chacón Carrasco


Herrumbre de vida parafraseaban los viejos del pueblo que rozaba los mares. Si, así lo llamaban los que habitaban desde el caserío arriba, por todo el largo camino, hasta llegar a las orillas del mar: el pueblo que rozaba los mares. Sus habitantes eran cobrizos, color miel, color canela. Casi todos espigados como queriendo tocar el cielo con sus manos juntas. Unos que otros con cabezas chatas. Otros con bustos redondos casi perfectos, todos muy iguales como hermanos, algunos muy diferentes como perfectos extraños. Cada uno se complementaba. En cada esquina y según el reflejo de la luz del sol un clima iban trasmitiendo. Sus huellas eran firmes, sólidas, muy sujetas al tiempo, nacieron de la tierra y el mar y nunca le temieron al sol; incluso se dice que podías escuchar el susurro del viento en sus espaldas que llevaban historias de tierras muy lejanas. Historias fragmentadas y en conjunto, historias modulares y edificadas, historias interesantes de tierras muy lejanas.


       Nadie estaba solo en aquel pueblo, era prohibido estar y sentirse solo. Siempre un relato acompañaba, explicando de dónde surgió la vida, como aquel matrimonio añejo entre el mar y el hierro, de cómo se definió cada partícula viva, de cómo nació la vida, de cómo nació la muerte.


Ingrid Lozano recoge con sus manos, la esencia que va mas allá de la escultura del hierro, ella simplifica y se roba las historias de los viejos, los trae para dejar constancia que existieron, que en algún lugar de ese pueblo que rozaba los mares, ellos decidieron afinarse y ser fruto de la memoria.

















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